Este es el título de un libro que me regaló
mi hija. Muy interesante para quien le guste conocer las plantas
medicinales.
No puedo dar nombres ni lugares donde
recolectarlas en los contornos de Teruel, porque se exponen que los vea un
forestal y la multa hoy día puede ser excesiva.
Este episodio fue como ocurrió en un viaje
que realizamos al Monasterio de San Juan de la Peña, en Huesca, que una señora
cogió un ramillete de acebos, esas bolitas rojas con esas hojas coriáceas que
nos traen recuerdos de la navidad.
Bien pues se las puso como adorno en la
solapa de la chaqueta y, al salir de una Capilla del Monasterio, de
donde nos terminaban de enseñar un corto en cinta sobre la vida del Santo
y donde están enterrados los Reyes Aragoneses...
Como digo, al salir se le
acercó un señor, vestido de paisano, y le puso una multa, que en aquellos
tiempos fue de ¡50 pesetas!
Pero volvamos al asunto de las plantas
medicinales.
Las hierbas que mi padre recolectaba eran
para consumo de la familia y algún amigo
muy próximo. Al respecto también puedo contar una anécdota.
Un día se presentó un matrimonio que vivían enfrente
del cruce de San Blas, en dos casas que están a la derecha subiendo. Tenían
las fiebres Malta, uno de ellos y, con
lo que le preparó mi padre, se las curaron. En agradecimiento siempre que
bajaban a Teruel, nos traían de lo que criaban en sus huertos.
Y es que hay mucha alegría en dar y ayudar.
-Pensamiento-
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