Gayuba, ese pequeño arbusto de tallos rastreros, cuyo nombre hace alusión a los frutos farinosos.
Sus flores de color sonrosado, parecen cascabeles. Aparecen en pequeños racimos apretados en el extremo de las ramas. Son melíferas.
Cuando florecen desde finales de marzo hasta junio, les encantan a las abejas.
Y sus hojas son coriáceas, persistentes y gruesas.
En otoño maduran los frutos, que son unas bayas globulosas de 4 a 6 mm de diámetro, de color rojo escarlata cuando están maduras. Su sabor es insípido y farináceo.
Crece en las laderas y collados pedregosos de las montañas. Le da igual si son terrenos silíceos o calcáreos. Tampoco le importa mucho la altitud, igual crece a 900 m que a 2.400 m
Le gusta convivir con la carrasca -la encina-, el pino rodeno, los quejigos -robles valencianos-, pino Alepo, el silvestre o el pino negro.
La Escuela de Medicina de Montpellier, creada en el siglo XII, es la más antigua del mundo occidental que todavía sigue en activo; fue la primera en recomendar el uso de la gayuba. Pero dos siglos después, en 1758, se había extendido por todas partes.
La gayuba posee propiedades diuréticas, astringentes, descongestionantes... por ello son útiles para tratar los catarros.
Sus propiedades medicinales se encuentran en las hojas desecadas, que se usan como antiséptico, antimicrobiano, diurético y para infecciones urinarias.
Tiene propiedades desinfectantes y colorantes.
Sus componentes activos son: tanino, ácidos gálico, galotánico, cítrico y málico; quercetina, materias grasas, ceráceas y resinosas, sales minerales y otras sustancias.
El tanino de las hojas se utilizaba en el norte de Europa para preparar ciertas pieles con las que se fabrica el tafilete.
Una infusión de hojas es diurético. En una taza de agua hirviendo, verter 2 g de hojas secas reducidas a polvo. Al templarse el líquido, se filtra y se edulcora con miel.
Un cocimiento de hojas es bronquítico, expectorante. Se ha de hervir 20 g de hojas secas de gayuba en 250 g de agua hasta que el líquido quede reducido en gran parte. Filtrar y edulcorar con miel.
El fruto maduro de la gayuba es harinoso y amargo. Al natural no es prácticamente comestible.
Este Adviento podemos aprovechar para transformarnos como la gayuba, de ser frutos amargos y poco agradables a transformarse en dulce mermelada y blandita gelatina.
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