domingo, 21 de agosto de 2016

Vacaciones veraniegas

Mi familia y yo, siempre que hemos podido, hemos salido de vacaciones en el verano. Hemos estado en Burriana, en Benicassin, en Castellón, en Oropesa, en el Puerto de Sagunto, en Torrevieja, en San Juan, en Benidorm... En fin, en zonas de costa, porque ya se sabe que a los de Teruel nos atrae el mar.

Burriana pertenece a la Comunidad Valenciana. Está en la provincia de Castellón de la Plana.
En el siglo IV se convirtió en una importante plaza Árabe, o Medina Alhambra, o Ciudad Verde. Fue conquistada por El Cid en el siglo XI.
Esta fue nuestra primera salida de vacaciones, allá por los años setenta.
Nos recomendaron una pensión, la de la señora Tere.
Era una casa tipo valenciana, de una planta, pero lo que debió ser el terrado, levantaron un piso e hicieron habitaciones para alquilar, 
Con el tejado de uralita, por la noche hacía tanta calor que a la mañana las sábanas estaban empapadas de agua, tanto así que mi mujer creyó que mis hijos se habían hecho pipi.
Estaba muy lejos de la playa, como kilómetro y algo más. Yo no recuerdo haber llevado a mis hijos a ella, ni ellos tampoco lo recuerdan ya que tendrían el chico 3 años y chica sobre 7.
Lo bueno era que nos preguntaba lo que queríamos comer y los que mandaban eran mis hijos. Nos pedía el dinero a cuenta, con ello hacía la compra, porque allí, el marido no trabajaba, la hija todo el día estaba con el novio...Como el marido no tuviera alguna pensión, no sé cómo hacían para vivir. De huéspedes solo estábamos nosotros. Creo que todos comíamos de lo que yo le entregaba.
Otro verano fuimos a Gandía. Está en la provincia de Valencia.
Por no llevar el dinero mucho dinero encima le pagué al del hotel los días que pensábamos estar. Entonces no se estilaban las tarjetas de crédito.
Fuimos a ese hotel, un apartahotel, ya que también vino mi hermana con su familia, y nos encontramos que los camareros estaban de huelga.
Y no digo nada: las comidas frías y malas. Con que voy y le digo al del hotel que me devuelva los días que le aboné. Y, él que ni hablar, que él no tenía culpa...
Tanto fue que desde el primer día tuvimos  que comprar de todo porque mis hijos se quejaban de las comidas, menos mal que en el apartamento tenía cocina.
Un día me dejé unos trozos de pan para ir a pescar. Al ir a cogerlos y al no estar, le pregunto a mi mujer dónde estaban y me dice: se han comido tus hijos con chorizos.
Así es que vaya dos viajecitos de vacaciones.
Y si te parece mal todo esto, a una de mis sobrinas, se le dislocó el tobillo, metió el pie en un hoyo de los que los críos hacen en la playa y la pobre tuvo el percance.
Un año fuimos al Puerto de Sagunto. En aquellos tiempos la población estaba en auge, porque todavía funcionaban los Altos Hornos.
Nos cedieron una casa, en la Calle Asturias. Era de Las cacahueras, que tenían un hermano en Casa del Torico, la tienda de tejidos. Las llamaban así, porque tenían un carrito ambulante para venta de cacahuetes, tramusos, chufas... como los que se veían a principios de siglo.
                         
Allí estuvimos bien. Por la mañana, a la playa, a bañarnos.
Fue donde conocimos a un matrimonio inglés, con dos niño. Solo se metían al agua uno solo, porque el otro cuidaba de los pequeños. Hasta que  mi señora entabló conversación y le preguntó. A partir de entonces, uno de los dos matrimonios cuidaba de los 4 niños.
Decían que tenían miedo no los raptases a sus hijos.
Los hijos, ellos solo hacían montañas con la arena y hoyos, y si entraban a bañarse siempre con los padres.
                       
Allí me encontré, con un compañero de trabajo, Domingo. Él estaba hospedado en un restaurante. Creo era El Chispas, en Canet.
Se nos ocurrió de ir a jugar al bingo.
Pusimos 500 pesetas cada uno, y las mujeres decían:"¡Qué mal empleadas! Más vale que nos llevéis a tomar algo".
"luego lo haremos"- contestamos.
A los 10 minutos, ya salimos y las dos: "Ya habéis perdido  las 1000 pesetas".
Saca Domingo del bolsillo billetes, los deja encima de la mesa del bar, que estaban tomando un refresco y nuestros hijos un helado. Estaban esperando que saliéramos para pagar...
Cuando cuentan el montón de billetes, vieron que eran ¡¡16.000 pesetas!!
¡Una alegría todos! ¡más contentos! 
Y nos encontramos a un celador de la Residencia Padre Polanco, que antes era ebanista y nos comenta, que le han entrado en su apartamento y se han llevado todo el dinero que tenían para pagar.
Yo le pregunto que cuánto necesita. Me contesta que unas 7.500 pesetas. Voy y se las dejo. 
Le saqué del apuro y, ya en Teruel, me las devolvió.
Desde El Puerto realizamos varias excursiones. Una que era la obligada, al Castillo romano
de Sagunto. Es una fortaleza, en un cerro rodeado por una muralla de un kilómetro.
Fue declarado Monumento Nacional en 1931. 
Había sido utilizado por las tropas francesas  en el siglo XIX.
Tiene seis partes diferentes. Dentro, y en una de ellas, se encuentra el Teatro Romano
Como nos pillaba de paso, también fuimos a ver las grutas de San José, en Vall D'Uxó.

Nos llegamos hasta Benicassin, para ver el Monasterio de las Palmas, de los Franciscanos, que en 1829  tuvo  o aconteció  un terremoto, por el que tuvieron que abandonarlo y hacer uno nuevo.
También hemos veraneado en Torrevieja.
En el único sitio que yo he pagado por poner, en la playa de Los Locos, la sombrilla. No recuerdo bien, pero creo que fueron 5 ó 10 pesetas diarias.
Allí fue donde mas disfrutaron mis hijos.
Eran una urbanización de chalets adosados y tuvimos como vecinos  a Pepe, el Carpintero de la Catedral, uno de los Mármoles Ferrer y otro matrimonio que él trabajaba en casa Narbón. Al juntarse con otros vecinos, la panda formada era de por lo menos 10 críos.
Las comidas nos las servían  en la Residencia de Educación y Descanso. Allí, en ella, se celebraban campeonatos de cartas, y otros juegos de mesa.
En una de aquellas competiciones, la de Natación en la Piscina fue campeona mi hija.
De allí nos desplazamos a diferentes sitios: al Huerto del Cura, de Alicante; a Cartagena a ver el submarino de Peral.
                                                  
Yo, para mi, el problema era dónde dejar el dinero... porque lo poníamos en la lámpara, y si se encendía la luz ¡hala,se veían los billetes!
Un viajante me dio la solución: comprabas un bote de polvos Nenuco de plástico, metías en una bolsa de plástico el dinero y, luego, dentro del bote, y en la tablilla del aseo. Esa era nuestra caja fuerte de aquellos tiempos.

Así que he recorrido, en mis vacaciones, las tres provincias de la Comunidad Valenciana.
-Pensamiento-

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