miércoles, 17 de febrero de 2016

Bondades del aceite de oliva -V-: En Roma

Siempre que se habla del mundo clásico se piensa en Grecia y en Roma.
Ya he comentado la influencia que tuvo en el Mediterráneo la cultura griega, una cultura de comerciantes y de navegantes.
Si hemos de situarlos en el tiempo, Roma surge como potencia, un poco antes del declive de Grecia.

Los orígenes de Roma se encuentran en el Lacio, una llanura situada en el curso inferior del Tíber, ocupada por los latinos.
Todos los usos del aceite de oliva fueron fundamentales en las distintas etapas de la historia de Roma:
La expansión del poderío romano aseguró las rutas básicas para el comercio del Aceite de oliva, de las aceitunas comestibles y los óleos para ungir.
Las rutas que llevaban del Oriente Próximo, al extremo más occidental del Mediterráneo, pasando por el Norte de África.
Desde el siglo I, en la época del Imperio, el sur de Hispania -la Península Ibérica-; el norte de África,  Cartago -Túnez-, y el sur de la Galia -Francia- eran las zonas donde más desarrollado estaba el cultivo del Olivo.
En algunas regiones de Italia había producción de aceituna, pero dado el elevado consumo de la metrópolis, debía recurrirse a importaciones.
Las ánforas eran colocadas, a miles, en las naves de transporte, bien ordenadas. 
Aquí puedes ver una imagen de ánforas romanas, de la ciudad de Oplintis, una villa próxima a Pompeya.
Se conocen muchos tipos de ellas, que definían a qué provincia pertenecían.
Entre las ánforas aceiteras más notables se encuentran las originarias de la provincia Bética -Hispania Meridional-.
Las más famosas eran las llamadas de tipo Dressel 20, empleada para la exportación aceitera en los siglos II y III d. C.
Llamadas así en honor a Heinrich Dressel, arqueólogo alemán, que desarrolló una tipología para clasificar ánforas antiguas. Este estudioso descubrió que la mayoría de las ánforas extraídas del Monte Testaccio -una colina artificial, en Roma, formado por la acumulación de fragmentos de ánforas, desde el 27 a.C y el 14 d. C.- procedían de la Provincia Bética, en Hispania; y que habían sido usadas para el transporte de aceite de oliva.
Esto puede saberse gracias a las etiquetas -tituli picti- impresas en su superficie.
Las ánforas aceiteras eran taponadas con un disco de cerámica, y, encima, se colocaba una pasta de cal, que al secarse, aseguraba un óptimo aislamiento del producto.
El peso y la cantidad de aceite de oliva variaban en función del tipo de ánfora, pero en cualquier caso, no excedía de los cincuenta kilos.
¿Qué técnicas tenían los romanos para el cultivo y la extracción del aceite de oliva?
En la literatura latina se pueden encontrar diversos testimonios relativos al progreso en el conocimiento del cultivo del olivo: valoraban dónde emplazar el olivo, o estudiaban cómo mejorar las técnicas del injerto... y cómo evolucionar en la elaboración del aceite de oliva.
Catón, Columela, Plinio y Paladio nos informan de la oleicultura y la olivicultura en la época romana.
Marco Porcio Catón (234-149 a.C.), El Viejo, es el autor de la antigüedad, que con su De Agricultura, De Re Rustica, diserta sobre el cultivo del olivo y sobre las modalidades de elaboración de las aceitunas.
En su obra describe cómo debe ser una empresa agrícola perfecta, con ocho o diez mil árboles, completamente autosuficientes.
El olivar se consideraba un cultivo de relleno, es decir complementario al trigo y a la vid. El olivar compartía suelo con el cereal.
Se utilizaba suelos sueltos y cascajosos, que podían trabajarse con arados romanos. Se plantaban en zonas con una pendiente moderada. Suelos típicos del sur de Hispania.
Es aquí donde el agricultor plantará estacas pinchadas en el suelo. Pese a que Catón y Plinio, siguiendo las recomendaciones de aquel, recomendaban como útil la plantación previa en semilleros.
Si te interesa profundizar en el tema, ve a la pg 296 de la dirección que he puesto como enlace en esta imagen.
-Olmo-

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