La caléndula. Una hierba anual, de tallos casi siempre tumbados, con hermosas flores de diversos y vivos colores que van del amarillo al naranja y se cierran cada día al ritmo de la luz solar es la planta elegida para cerrar el Calendario de este año para concluir con alegría la espera que implica en Adviento.
Seguro que la has visto en jardines, arriates y macetas formando un conjunto con sus hojas verdes y sus flores naranjas.
Es poco exigente en suelos, aunque requiere riego moderado y exposición soleada.
En realidad se desconoce la patria de origen de la caléndula, aunque se cree que procede de una creación hortense a partir de una raza silvestre de maravilla -otro de los nombres por la que se le conoce-
Parece que los antiguos: Dioscórides, Plinio, Columela, Virgilio y otros no supieron clasificar debidamente la caléndula.
Y está comprobado que fue ya en plena Edad Media cuando fue perfectamente conocida por el polímata o erudito san Alberto Magno (1193-1206) y la eminente santa Hildegarda (1098-1179), que la llamaba rigula y ringella, administrándola contra los trastornos intestinales, picaduras de insectos y mordeduras de reptiles.
En el siglo XVI, el médico italiano Mattiolo fue el primero en recomendar esta planta en colirio contra oftalmias, conjuntivitis e inflamaciones de los ojos en general.
Actualmente se sabe que la caléndula o maravilla es estimulante, antiespasmódica, diurética, depurativa, laxante, calmante y sudorífica.
Y en su uso externo resultan sorprendentes las propiedades cicatrizantes de sus hojas frescas contra heridas quemaduras, eczemas, callos, verrugas... Para las callosidades y las excrecencias se puede elaborar una cataplasma con el jugo de la planta fresca (82g) con 6 g de mantequilla, aplicándose el emplasto sobre las partes afectadas.
Es una planta que florece prácticamente todo el año. Produce frutos encorvados, en forma de diminuta barca, con púas a los lados, casi encerrados en círculo como pequeños gusanos. Cuando están maduros, caen directamente al suelo porque no tiene vilanos.
La caléndula tiene propiedades emenagogas, sudoríficas y febrífugas, que se pierden al secarse la hierba.
Hay una curiosidad: las flores de caléndula, en su estado natural, sirven para falsificar el azafrán y para obtener una materia colorante que se utiliza para teñir los sucedáneos de la mantequilla.
Sus componentes activos son un principio amargo, saponina, resina, pigmentos flavónicos, aceite esencial, ácidos, algo de ácido salicílico, calendulina, carotina, un hidrocarburo, mucílagos glucósido, fermentos, xantofila y otras sustancias.
Y estos elementos puedes encontrarlo en aceites esenciales, en aceites para masajes, en aceites corporales, y jabones.
El aceite de caléndula es conocido por sus propiedades antiiflamatorias, regeneradoras y antisépticas, las cuales lo vuelven en un gran aliado para revitalizar la piel. Se trata también de un aceite perfecto para calmar la piel irritada y aliviar la sensibilidad extrema que experimentan algunas pieles.
Termina el Adviento, el periodo en el que nos preparamos espiritualmente para rememorar y celebrar la llegada del Niño Jesús.
Se acaba el tiempo reservado en nuestra vida para vivir y recordar la historia del Nacimiento de Jesús.
Hoy seamos caléndulas, aliviemos y cicatricemos las heridas que se hayan podido producir ofreciendo como aceite balsámico una luminosa sonrisa tranquila y calmante.
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