jueves, 12 de septiembre de 2019

Un viaje en septiembre: París, el Palacio del Rey Sol

Eso es Versalles. La expresión máxima del lujo. El escenario del esplendor.
De un simple pabellón de caza erigido por Luis XIII en 1632, fue transformado, por la voluntad de Luis XIV, en el palacio más fastuoso de Europa.
Y allí que nos fuimos al tercer día de nuestra estancia en París.
Al ser un grupo tan numeroso, tuvimos a nuestra disposición, nuestro guía , Felipe,  más dos guías locales, Erica y Teresa.
Para desplazarnos hasta allí, en el autobús conducido con gran pericia por Manuel, salimos por la Puerta de Italia, dirección hacia el suroeste. Versalles está a unos veinticinco kilómetros. A las nueve cuarenta y cinco ya estábamos en el Patio de Honor. Nos recibió un cielo nuboso y plomizo, amenazando una lluvia que no llegó a caer.
El Versalles que nosotros, y una multitud de visitantes más, contemplamos es el que se restauró gracias a la ayuda del norteamericano J.D. Rockefelller y cuyas obras duran todavía.
Empezamos por los aposentos del rey: La capilla de S. Luis, después los salones que hacen referencia a la Abundancia, a Venus, a Marte, a Mercurio, a Apolo, el Salón de la Guerra, la Galería de los Espejos...
 
 
El Apartamento del Rey y el Apartamento de la Reina. Un lujo de dormitorio, cuya restauración duró treinta años, y se conserva de la época de María Antonieta, la última reina de Francia.
En el tiempo libre, nos dedicamos a ver los aposentos de la planta baja, donde hay una exposición titulada: "Una reina polaca", María Leszczynska, esposa de Luis XV.
Después de comer, una visita obligada: la torre Eiffel. El candelabro, como le llaman algunos. Un desafío técnico de la exposición universal de 1889. El símbolo por excelencia de París. Pues ¡nada!, allí hicimos la fila, y fotografías de toda la ciudad, reconociendo los monumentos más emblemáticos: Hacia el este, la dorada cúpula de la iglesia du Dôme, en los Inválidos; el Campo de Marte, y la negra torre de Montparnasse...
Hacia el suroeste, la isla artificial, la île Aux Cignes, en medio del Sena, antiguo dique de mercancías, donde se encuentra la réplica de la estatua de la Libertad... Y hacia el noeste, las cúpulas blancas de Montmarte...
Y ya, se hizo la hora de ir al nuevo restaurante donde nos iban a dar la cena: Le Saulnier, en el 39 boulevard de Strasbourg, o sea en pleno corazón de París. Y el servicio muy amable y diligente.
Otro día estupendo, lleno de experiencias gratificantes.
-Jedrea + Margalló-

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