jueves, 22 de enero de 2015

La matanza o matacía, en mi pueblo, en la ribera del Jiloca.

Estamos en pleno invierno y en época propicia  para hacer la matanza decíamos en mi pueblo. Cuando yo era pequeña, recuerdo que para los más pequeños el día que se " mataba" el cerdo era día de fiesta. Aunque no para los cochinos, claro.


Nos juntábamos  todos, las tías, los primos...La víspera ya se notaba el movimiento.
            
Se preparaban  los utensilios que se iban a necesitar al día siguiente: los barreños de barro, la capoladera, la jeringa, los cuchillos, el cesto pequeño con las piezas de la capoladera, las especias, el ovillo de atar los embutidos, las "rodillas " o paños para secarse las manos, los delantales, los manguitos, los calderos, las trévedes para el fuego, las sartenes, la aguja lanera para coser las correas o tripas para hacer luego las morcillas.

A  mi me gustaba mucho que me dejaran participar, en la medida que mi edad me permitía, darle a la capoladera, llevarles las cosas que nos decían las mujeres mayores, probar los cates de los distintos embutidos. Esos recuerdos me evocan hasta los aromas.
Era un día agradable, pero muy ajetreado,  porque en un solo día se hacían muchas cosas y había trabajo ¡mucho! ¡para todos!
           Las abuelas también tenían un papel importante, preparaban el almuerzo. En una sartén grande se freían: magricas, hígado, tajadicas, de todo un poco... Les mandaban cortar las migas, coser las correas o tripas para las morcillas.

Los hombres hacían aquellos trabajos que requerían más esfuerzo.
Para los más pequeños era un día muy entretenido, y como nos juntábamos varios niños, al cabo del día, siempre hacíamos alguna trastada, que pasados los años las recordamos con cariño.
                                                         -Bignonia-

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