miércoles, 8 de octubre de 2014

Caprichos de la naturaleza

El otoño ya estaba llamando al verano para decirle que se tenía que marchar.
En el huerto, en un banco, muy tranquilas y reposadas, estaban la col de grumo, la sandía, un pepino  y una calabaza .
  

Contemplaban el huerto y comentaban: ¡Qué cantidad de hortalizas hemos tenido por vecinas! Las judías, tomates, calabacines, pimientos, berenjenas, acelgas... 







Pero había alguien que las observaba desde la parra. ¡No se lo podían creer!  En lo alto de la parra colgaba  ¡Una calabaza de asar.!


Durante todo el verano, la calabaza, había ido creciendo y se arrastraba hacia su vecina la parra.
Veía como los racimos de uvas iban creciendo  y colgaban  entre los pámpanos,  que cambiaban de color y ella, un poco curiosa, también quería ver lo que se veía desde arriba.
Creció, crecíó y creció. Fue trepando lozana y con fuerza y llegó hasta arriba. Vamos que colgaba preciosa al lado de los racimos. Se sentía feliz de estar allí, con unos vecinos tan poco convencionales: Eran esferitas pequeñas, lustrosas y brillantes. ¿Pues no iban cambiando de color según iban pasando los días?.
 Desde el banco, la col, la sandia y la otra calabaza, se quedaron mirando a la vecina de huerto y se preguntaban, con un poco de envidia, ¿como se vería el mundo desde arriba?
-Bignonia-



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