miércoles, 25 de junio de 2014

Una tarde de tormenta:

Para un hombre del Romanticismo, una tormenta es un viento que despeina las melenas de las copas de los árboles.

Es el exotismo de las furias desatadas. La naturaleza mostrando su cara más enérgica y emocional.
Intensidad de sentimiento, ansia de infinito...La grandilocuencia de los elementos.



Para un hombre del campo, una tormenta es el anuncio de dificultades: Grandes nubes azulencas, blancuzcas, espesas, agrupadas... desplazándose por el cielo.
El miedo atenaza. ¿Será solo vendaval? ¿Será lluvia intensa? ¿Traerá granizo?
La tormenta es la pesadilla del agricultor.
En unos instantes la cosecha puede arruinarse. Todos los mimos aplicados a las hortalizas se ven destrozados. Las energías dedicadas a los frutales, quebradas. Los cuidados empleados para obtener unos frutos saludables, de piel tersa, despedazados...
Pero cuando el cielo se despeja y se desencapota, el espíritu del labrador lo secunda. Su ánimo se aclara, se serena al mismo tiempo que las nubes se deshacen  difuminándose en la inmesidad.
Esta vez únicamente ha sido una lluvia beneficiosa, que sólo ha servido para que las plantas luzcan su vivacidad con poderío y pujanza renovada.
-Margalló-

2 comentarios:

  1. Hola que bien lo has echo margallo parece que has sido labradora, se agradece en nombre de muchos agricultores que se identican con tu implicacion

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  2. Gracias, Olmo, pero sólo he 'cultivado' mentes infantiles y adolescentes...He intentado sembrar conocimientos e instrucciones para que fueran más felices en su vida. En algunos he comprobado los frutos, en otros aún está por ver la cosecha. ;)

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