No le teme al frío, ni a otras inclemencias, para hacerse ver como un cepellón verdoso de hojas lineales, entre las hojas semipodridas de sus compañeras plantas, las cuales la protegen y alimentan.
Se trata del narciso.
Cuenta la leyenda que Narciso, hijo del río Cefiso y de la ninfa Leiríope. Estaba dotado de grana belleza, e era insensible a los sentimientos amorosos, pero se enamoró de sí mismo, sin reconocerse, al contemplar su imagen reflejada en una fuente.
Ante la imposibilidad de alcanzar el objeto de su amor, se dejó morir.
En aquel lugar surgió el manojo de hojas y flores que forman estas bulbosas de la familia de las amarilidáceas.
También reciben este nombre las personas que cuidan demasiado de su aspecto físico o que admira sus dotes.
Esta planta cuenta con multitud de variedades. Se compone de unas cuarenta especies y coloraciones distintas, sus hojas completamente verdes y alargadas dan la sensación de acompañar y proteger al tallo que porta su flor.
Su cultivo es bien sencillo.
No precisa de grandes cuidados, ni necesita ser plantada cada temporada.
Después de su floración, la planta de deshace quedando enterrado solo el bulbo a la espera del próximo invierno.
Incluso los puedes poner en un tiesto o una maceta.
No soy escritor, ni siquiera jardinero profesional, solo soy amante de la naturaleza, y deseo concienciar a la sociedad para que no se destroce la vegetación, ya que por insignificante que parezca una planta, tiene una función, una época y un espacio en el campo, por todo ello me gustaría que dejes un comentario, expresando tu opinión.
-Olmo-
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