
Verlo lo había visto, pero desde el sillón de casa, y en la tele.

El sonar del cuerno, el relinchar del caballo de Diego, el
redoble de los tambores, los rezos de las beguinas, los lamentos y lloros de
los familiares del muerto...
Todo era impresionante. Daban ganas de llorar.
Todo era impresionante. Daban ganas de llorar.
Los espectadores observaban todo bajo un manto de silencio,
y eso que había muchísima gente. Dicen que ha llegado a haber unas 70.000
personas presenciando los eventos de estos días.

Ha llegado allí donde estaban. Se ha acercado para llorarle y para darle un beso, el que le negó ayer, porque ya estaba casada.

Yo estaba muy emocionada viendo ese beso de amor, aunque
tuviese que contemplarlo en la pantalla gigante.
Cuando terminaron el funeral de Isabel y Diego y los vi
pasar por la Plaza del Torico, ya no pude llegar hasta la Plaza de la Marquesa,
donde se cantaba la Oda a los Amantes, y el Momento del Beso -la invitación a
besarse en honor a los Amantes. Ni tampoco oí Los latidos de los Amantes, con
los tambores y bombos resonando en toda la plaza.
Era imposible acercarse hasta allí, tal era el gentío.
Así que me fui a comer con un grupo de amigos a un Centro
de jubilados, donde después de la comida echamos unas partidas de cartas.
Para luego irnos a bailar largo rato: baile de salón y baile en línea.
Un día muy completo y feliz terminándolo con un largo paseo
para volver a casa.
-Sabina-
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