Desde muy pequeña, solo dos añitos, sentía gran atracción por la flores.
Con esa edad ya conocía los distintos colores.
Ahora tiene cuatro y sigue con la misma afición.
Cuando la llevo al huerto, su debilidad es buscar flores ya sean de jardín o silvestres.
Y si estas son del tipo de las margaritas, a ella le encanta deshojarlas con mucha delicadeza. Desliza sus pequeños deditos con sumo cuidado para no sacar más de un pétalo.
Estos caen a sus pies como una alfombra aterciopelada y sutil.
Entre las alegrías que concede la edad madura está también la de poder ser abuelos.
Es maravilloso disfrutar de los instantes que nos proporcionan esas pequeñas continuaciones de nosotros mismos, siempre presentes en nuestro corazón.
Yo, en el momento en que observé esta margarita, no dudé ni un segundo en obtener esta foto para publicarla en el blog como homenaje a mi nietecita Lucia. Porque en el inicio de su vida es como esta margarita que se asoma hacia el exterior.
Ahora se me viene a la mente unos versos de Rubén Darío, dedicado a una Margarita, a la que compara al personaje de La Dama de las Camelias, de Alejandro Dumas. Una Margarita joven y hermosa, admirada por todos.
.¿Recuerdas
que querías ser una Margarita Gautier?
Fijo en mi
mente tu extraño rostro está,
cuando
cenamos juntos, en la primera cita,
en una noche
alegre que nunca volverá...
Tus labios
escarlatas de púrpura maldita
sorbían el
champaña del fino baccarat;
tus dedos
deshojaban la blanca margarita
"Sí...
no... sí... no..." y sabías que te adoraba ya!.
.
Después, ¡oh
flor de Histeria! llorabas y reías;
tus besos y
tus lágrimas tuve en mi boca yo;
tus risas,
tus fragancias, tus quejas, eran mías..
Y en una
tarde triste de los más dulces días,
la Muerte,
la celosa, por ver si me querías,
¡como á una
margarita de amor, te deshojó!
-Olmo-
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