viernes, 13 de septiembre de 2019

Un viaje en septiembre: París, barrio de la Ópera

La mañana de nuestro último día de este viaje era tiempo libre... Nosotros la dedicamos a ver el Teatro de la Ópera, el teatro que diseñó, en el siglo XIX, Garnier.
Lo habíamos visto iluminado nuestra primera noche parisina. Lo habíamos visto de día en nuestros paseos por los bulevares. Sólo nos quedaba verlo por dentro.
  

Allí los melómanos seguro que disfrutarán no sólo de la música, sino de todo el arte, lujo, magnificencia y exquisitez que encierra: La entrada, el vestíbulo con esa iluminación tan sorprendente, la gran escalinata, los grandes ventanales, estatuas y grupos escultóricos, los tapices tejidos en la fábrica de los Gobelinos, los palcos, la sala con capacidad para 2.131 espectadores, en el techo el gran fresco de Chagall inspirado en nueve obras líricas o ballets, la famosa lámpara diseñada por Garnier, los mármoles, el terciopelo, el museo... Incluso pudimos atisbar ensayos en el escenario...
¡Una maravilla!
Al terminar la visita nos fuimos a reponer fuerzas al nª 4 del bulevar des Capucines, a Le Grand Café. Tiene sus puertas abiertas desde 1875. Un lugar mítico en la historia del cine: en 1895 albergó a los jóvenes hermanos Lumière, y allí fue donde proyectaron por primera vez una filmación.
Un buen vino...¡Un borgoña! Y delicatessen servidas con una atención inusitada. A destacar el entrecôte grillé, y los postres: una Pavlova con frutos rojos y crema mascarpone, y un Baba al ron con crema...
 
Después de comer, ya al autobús que nos llevaría a Orly, al aeropuerto, para coger el vuelo que nos traería de regreso a Madrid.
Fue un viaje estupendo. París tiene eso. Es una ciudad a la que siempre dan ganas de volver.
Y si todavía no lo conoces, haz una escapadita, está a unas dos horas de avión.
 
-Jedrea + Margalló-

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