sábado, 28 de abril de 2018

Las trastadas y travesuras inocentes en los albores de mi vida profesional:

En todos los inicios se cometen fechorías y faenas por ingenuidad e inexperiencia a partes iguales. Nosotros los mozos de farmacia no fuimos ajenos a esos incidentes.
Una vez vino un señor que quería 200 litros de petróleo, entonces se vendía por litros en las farmacias. Lo consultamos y nos lo concedieron. El cliente agradecido nos dio 50 pesetas de propina.
Poco después, llego un cliente lamentándose de que  las gallinas de El Campillo tenían que bajarlas a Teruel para vacunarlas. Y allí nos tienes con trompeta y todo y con el Alguacil pregonando que habían llegado para vacunar las gallinas. Vacunamos todas del pueblo.

Y a los pocos días aparece el veterinario por la Farmacia  para quejarse de la intrusión. Menos mal por D. Mariano nos sacó del apuro y le dijo que éramos unos críos y no lo haríamos más.
Otra vez  compramos en la una lata de unos 10 kilos de sosa caústica  que se emplea para hacer jabón y nos fuimos a venderla  a Valdecebro, con el saco a las costillas y andando.
Vendimos muy pocos kilos por dinero, la gente  lo que quería era a cambio de gallinas o conejos o huevos. Era la economía del trueque.
Con lo que sobró, a los pocos días, le dieron  a mi  madre, por cada kilo, un conejo o un pollo. Se fue con una vecina y un burro a comprar algo de estraperlo. Era la década de los cuarenta y había escasez de todo.
Un día, estando de guardia por la noche, oí pasos y como ya habían comentado que en algunas farmacias de Teruel habían entrado a robar, yo cogí dos frascos con ácido y me dije "como seas un ladrón, prepárate que vas arreglado".
Es que en la Farmacia de Dª María Salvador, estando de guardia uno que se llamaba  Carlos, entraron a robar. Le alumbraron con una linterna. Estaba en la cama durmiendo. Empezó a pedir auxilio y los ladrones salieron corriendo.
Pues bien, cuando yo oí los pasos, me preparé. El ruido era de un erizo que alguien había tirado por una ventana a la bodega y el animal al ver luz y estar todo en silencio subió.
Una de las anécdotas más jugosas que recuerdo fue lo que narro a continuación.
Esto es lo más grande que me pasó. Y pensándolo bien, tiene un tufillo a estafa que tira para atrás.
Una noche llama al timbre un señor. Me entrega una receta y me pide además un bote de papillas, unos pañales, un frasco de alcohol y un paquete de algodón.
Voy y le saco la cuenta. Le doy por debajo de la puerta metálica los pañales, le doy en una bolsa  con los medicamentos de la receta y le digo su importe.
Me responde que no lleva bastante dinero.
Entonces le digo me facilite su nombre para anotar lo que faltan unas 1000 pesetas.
Y me dice que no me preocupe, que mañana o pasado vendrá abonármelo.
¡Menudo tío caradura! Aún espero que lo abone.
Y si le hago caso a mi señora... que dijo: "ves a la Caja de Ahorros, sacas las 1000 pesetas y se las entregas a D Mariano, ya que la culpa es tuya". Aún me duele...
Cuánto me pena el haber comentado este episodio en casa. Pero si me callo nadie sabe nada... Las penas son la mitad cuando las compartes con tu esposa. Y ya que tuve que resolver el problema y hacer malabares al cuadrar la caja para que no faltasen... 
Y ya me hice muy mayor. Ya no era aquel mozalbete que estaba de aprendiz.
Me quería jubilar a los 64 años, porque tenía una bronquitis crónica. Después lo retrasé porque teníamos que servir a la Residencia Sanitaria y también al Centro del Pinar  y me lo pidieron por favor que me mantuviese en el puesto. De modo que así lo hice. Seguí trabajando en la farmacia.
-Pensamiento-

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