lunes, 30 de abril de 2018

2ª parte de mi vida: Una vida agradecida

Pero mi vida profesional no se limitó a ser mozo de farmacia. En aquella época el pluriempleo era una cosa necesaria. Los tiempos imponían sus propias reglas y había que sacar dinero de todas las fuentes disponibles, trabajando más horas que un reloj para sacar adelante la economía familiar.
Y, claro, siempre surgen problemillas y gente que te pone piedras en el camino.
A propósito de esto voy a contar una anécdota.
Alguien, estando cumpliendo el Servicio Militar en Zaragoza, me denunció al Colegio de Agentes Comerciales porque yo tenía algunas representaciones y no estaba colegiado. En cuanto pude intenté solucionar este escollo.
En uno de mis permisos,  que fueron muchos de fin de semana, yo volvía a mi ciudad, ya que por ser hijo de ferroviario podía viajar gratis en el tren, y si en la farmacia decían "quién quiere irse este fin de semana"...  Yo aprovechaba y venía a Teruel para trabajar 2 días.
En uno de ellos aproveché para soluciona lo del  Colegio de Agentes Comerciales.
En una mesa estaban  las solicitudes de las empresas que necesitaban  representantes, yo elegí  tres que me parecían interesantes, como así resultó ser.
Una vez finalizada la mili, aproveché unos días para probar suerte con la casa Oratan, empresa de géneros de punto y afelpados tanto de caballero, como de señora, y niños.
La otra fue de cremalleras Diana.
         Y la siguiente fue de Botonera Castellana. De ello no tenía ni idea, no obstante me fui con mi bicicleta a vender a Albarracín, Gea y Cella.
En este viaje aprendí. Los comerciantes me enseñaron todo.
Una vez en casa, saqué cuentas de lo ganado y superaba a lo de la farmacia de un mes.
Y le dije a D. Mariano que me despedía de mi empleo en la farmacia.
Él se quedó extrañado y me dijo que cuántos días mensuales necesitaba para ejercer de representante. Yo le dije que por lo menos 4 días mensuales.
Entonces, él me contestó que le parecía bien y, que además, a partir de ese mes, haría las guardias de la farmacia. Me abonaría por ello 500 pesetas, casi un sueldo de aquellos tiempos y me quedé.
Figuraros lo que me apreciaba que cuando me casé me pagó el viaje novios a Palma de Mallorca 11.500 pesetas,  más 1000 que añadió para gastos extras.
Estas facilidades, y otras que este hombre me dio, sirvieron para que mis hijos  fuesen a la Universidad y disfrutar  de un patrimonio sin apuros.
El día que falleció llevamos a hombros el féretro desde la puerta de la farmacia hasta la Iglesia de San Andrés.
Desde aquí quiero dejar constancia de mis agradecimientos y decirle:
¡Gracias D Mariano Giménez Bayo!
-Pensamiento-

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