

Porque lo que yo digo. Que la Residencia Turia es mi segunda casa. Ya que
llevo 24 años recorriendo sus pasillos, escaleras y despachos.

Primero ir al despacho de la Asistencia
Social. Allí estaba la siempre amable María José.
Segundo, me dijo si quería ser vocal de la Junta. Yo le contesté que de política
no quería saber nada. Entonces me explicó cuál iba a ser mi cometido y acepté. Estuve trabajando en la Junta, hasta que renuncié de todos mis cargos como Vicepresidente.
¿Y cuál fue el motivo? Pues fue porque se celebraba una Junta en el Casino, para dar a los Socios que acudieran el resumen de cobros y gastos.
La mesa estaba presidida por el Director de la Residencia, la Asistente Social, el Presidencia de la Junta, yo como Vicepresidente.
Pero el Presidente, Abril, estaba en la puerta del casino y no hizo mención de quererse acercar a la mesa de la presidencia, tal y como correspondía. Yo, entonces, tomé la palabra y suspendí la reunión, y acto seguido, renuncié a mi cargo.

¿Y cuál fue el motivo? Pues fue porque se celebraba una Junta en el Casino, para dar a los Socios que acudieran el resumen de cobros y gastos.
La mesa estaba presidida por el Director de la Residencia, la Asistente Social, el Presidencia de la Junta, yo como Vicepresidente.
Pero el Presidente, Abril, estaba en la puerta del casino y no hizo mención de quererse acercar a la mesa de la presidencia, tal y como correspondía. Yo, entonces, tomé la palabra y suspendí la reunión, y acto seguido, renuncié a mi cargo.
Durante el tiempo que yo estuve
en la Junta, se realizaron infinidad de viajes, tanto en España, como en el Extranjero.
Ah, siempre fuimos muchos socios, ¡hasta dos coches!
No voy hablar de los viajes, porque no terminaría en un mes, pero si de algunas anécdotas.
Ah, siempre fuimos muchos socios, ¡hasta dos coches!
No voy hablar de los viajes, porque no terminaría en un mes, pero si de algunas anécdotas.

Un día, después de haber recorrido unos 100 kilómetros, se oye una exclamación dentro del autobús. Y es que la buena señora, debajo de la almohada del hotel, se había dejado el dinero. Y, claro, tuvimos que volver por el mismo sitio.


En Trujillo, nos dieron la tarde libre. Y alguien propuso visitar el Castillo .Nos fuimos varios matrimonios. De pronto se acerca una señora y nos dice ¡van a cerrar! Salimos corriendo. Allí no avisaban.
En fin, que ahora, con la perspectiva del tiempo, da gusto recordar, pero en el momento en que sucedieron, fueron momentos muy problemáticos.
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