En todos los
inicios se cometen fechorías y faenas por ingenuidad e inexperiencia a partes
iguales. Nosotros los mozos de
farmacia no fuimos ajenos a esos incidentes.
Poco después, llego un cliente lamentándose de que las gallinas de El Campillo tenían
que bajarlas a Teruel para vacunarlas. Y allí nos tienes con trompeta y todo y
con el Alguacil pregonando que habían llegado para vacunar las gallinas. Vacunamos
todas del pueblo.
Otra
vez compramos en la una lata de unos 10 kilos de sosa caústica que
se emplea para hacer jabón y nos fuimos a venderla a Valdecebro, con
el saco a las costillas y andando.
Vendimos muy
pocos kilos por dinero, la gente lo que quería era a cambio de gallinas
o conejos o huevos. Era la economía del trueque.
Con lo que sobró,
a los pocos días, le dieron a mi madre, por cada kilo, un
conejo o un pollo. Se fue con una vecina y un burro a comprar algo de
estraperlo. Era la década de los cuarenta y había escasez de todo.
Un día, estando
de guardia por la noche, oí pasos y como ya habían comentado que en algunas farmacias de
Teruel habían entrado a robar, yo cogí dos frascos con ácido y me dije "como seas un ladrón, prepárate que vas arreglado".
Es que en la
Farmacia de Dª María Salvador, estando de guardia uno que se llamaba Carlos,
entraron a robar. Le alumbraron con una linterna. Estaba en la cama durmiendo.
Empezó a pedir auxilio y los ladrones salieron corriendo.
Pues bien, cuando
yo oí los pasos, me preparé. El ruido era de un erizo que alguien había tirado
por una ventana a la bodega y el animal al ver luz y estar todo en silencio subió.
Una de las
anécdotas más jugosas que recuerdo fue lo que narro a continuación.
Esto es lo
más grande que me pasó. Y pensándolo bien, tiene un tufillo a estafa que tira
para atrás.
Una noche llama
al timbre un señor. Me entrega una
receta y me pide además un bote de papillas, unos pañales, un frasco de alcohol
y un paquete de algodón.
Voy y le saco la
cuenta. Le doy por debajo de la puerta metálica los pañales, le doy en una
bolsa con los medicamentos de la receta y le digo su importe.
Me responde que
no lleva bastante dinero.
Entonces le digo
me facilite su nombre para anotar lo que faltan unas 1000 pesetas.
Y me dice que no
me preocupe, que mañana o pasado vendrá abonármelo.
¡Menudo tío
caradura! Aún espero que lo abone.
Y si le hago caso
a mi señora... que dijo: "ves a
la Caja de Ahorros, sacas las 1000 pesetas y se las entregas a D Mariano, ya
que la culpa es tuya". Aún me duele...
Cuánto me pena el
haber comentado este episodio en casa. Pero si me callo nadie sabe nada... Las penas
son la mitad cuando las compartes con tu esposa. Y ya que tuve que resolver el problema y hacer malabares al cuadrar la
caja para que no faltasen...
Y ya me hice muy
mayor. Ya no era aquel mozalbete que estaba de aprendiz.
Me quería jubilar
a los 64 años, porque tenía una bronquitis crónica. Después lo
retrasé porque teníamos que servir a la Residencia Sanitaria y también al
Centro del Pinar y me lo pidieron por favor que me mantuviese en el puesto.
De modo que así lo hice. Seguí trabajando en la farmacia.
-Pensamiento-
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