Pero mi vida
profesional no se limitó a ser mozo de farmacia. En aquella época el
pluriempleo era una cosa necesaria. Los tiempos imponían sus propias reglas y
había que sacar dinero de todas las fuentes disponibles, trabajando más horas
que un reloj para sacar adelante la economía familiar.
Y, claro, siempre
surgen problemillas y gente que te pone piedras en el camino.
A propósito de
esto voy a contar una anécdota.
Alguien, estando
cumpliendo el Servicio Militar en Zaragoza, me denunció al Colegio de Agentes
Comerciales porque yo tenía algunas representaciones
y no estaba colegiado. En cuanto pude intenté solucionar este escollo.
En uno de mis
permisos, que fueron muchos de fin de semana, yo volvía a mi ciudad,
ya que por ser hijo de ferroviario podía viajar gratis en el tren, y si en la
farmacia decían "quién quiere irse
este fin de semana"... Yo aprovechaba y venía a Teruel para
trabajar 2 días.
En una mesa
estaban las solicitudes de las empresas que necesitaban representantes,
yo elegí tres que me parecían interesantes, como así resultó ser.
Una vez
finalizada la mili, aproveché unos
días para probar suerte con la casa Oratan,
empresa de géneros de punto y afelpados tanto de caballero, como de señora,
y niños.
La otra fue de cremalleras Diana.
La otra fue de cremalleras Diana.
Y la siguiente fue
de Botonera Castellana. De ello no
tenía ni idea, no obstante me fui con mi bicicleta a vender a Albarracín, Gea y
Cella.
En este viaje
aprendí. Los comerciantes me enseñaron todo.
Una vez en casa,
saqué cuentas de lo ganado y superaba a lo de la farmacia de un mes.
Y le dije a D.
Mariano que me despedía de mi empleo en la farmacia.
Él se quedó extrañado y me dijo que cuántos días mensuales necesitaba para ejercer de representante. Yo le dije que por lo menos 4 días mensuales.
Él se quedó extrañado y me dijo que cuántos días mensuales necesitaba para ejercer de representante. Yo le dije que por lo menos 4 días mensuales.
Entonces, él me
contestó que le parecía bien y, que además, a partir de ese mes, haría las
guardias de la farmacia. Me abonaría por ello 500 pesetas, casi un sueldo de aquellos tiempos y me quedé.
Estas
facilidades, y otras que este hombre me dio, sirvieron para que mis hijos fuesen
a la Universidad y disfrutar de un patrimonio sin apuros.
El día que falleció
llevamos a hombros el féretro desde la puerta de la farmacia hasta la Iglesia
de San Andrés.
¡Gracias D
Mariano Giménez Bayo!
-Pensamiento-
No hay comentarios:
Publicar un comentario