domingo, 20 de noviembre de 2016

Un día de un niño...

El día 20 de noviembre, Unicef lo dedica, universalmente, al niño. Y por si se nos olvidase, hasta cuando abres el ordenador, Google te lo recuerda con un doodle:
Todo esto ha reavivado mis recuerdos de cómo vivíamos en mi niñez con juegos ya desaparecidos

Debía de tener unos cuatro años, cuando yo, con lo que más me entretenía era con unas latas de sardinas vacías, y rellenas de arena.

Lo venía haciendo tantas veces, que el suelo, como era de tierra, se formaba ya el camino.
Una vez, para Reyes, mis padres me regalaron una pistola, que tenía una cinta de pistones. Cuando se gastaron, ¡se terminó el disparar con ella!
No siempre jugaba solo, también lo hacía con otros chicos.

Jugábamos al canuto, que lo hacíamos cortando una caña, de forma que siempre, en el centro, quedase un nudo, porque al hacerlo así no se rompía. Poníamos el canuto de caña derecho, en pie. 
Sobre él, en equilibrio, unas carpetas hechas de cartas de baraja dobladas en cuatro, una por cada jugador. 
Tirábamos cada uno una chapa, que hacíamos con trozos de plomo, intentando derribar el canuto con las carpetas encima. 
El que más cerca quedaba de las carpetas, ganaba, y por lo tanto, se las quedaba.
Otro de nuestros juegos eran los pitones. Bolas redondas de barro que teníamos que meter en distintos hoyos. 
Ahora sé que en otros sitios les llaman canicas.
Para lanzar, nos las poníamos entre el dedo pulgar y el corazón. Si le pegabas al pitón de otro compañero, te lo llevabas.Había distintos pasos: palmo, podías usar el palmo de la otra mano para lanzar más lejos; pi-palmo, empleabas tu pie y tu palmo para acercarte más al objetivo;  y acertar en el hoyo, era hacer gua.
Un juego de grupo era el "Churro va".
Consistía en que uno de los jugadores se sentaba en un banco de piedra. Los demás nos poníamos en fila, con la cabeza entre las piernas del anterior. Todos igual, uno detrás de otro. Los contrarios decían: "¡Churro va!", saltando sobre nuestras espaldas. Luego había que elegir entre: ¿Churro, mediamanga, mangotero?
Es decir, debíamos acertar si su mano estaba, en el brazo, codo u hombro. Si la respuesta era la correcta, debían ponerse ellos a posar.
La guerra del 36 fue un paréntesis en la nuestra vida infantil. Después de ella, ya tendría yo unos once años, cuando nuestro juego favorito era jugar a la estornija.
Consistía, en un palo largo, con el le das a otro palo más pequeño, que salía disparado por el aire, y tenías que echar mano de tus reflejos para recogerlo al vuelo.
Como las chicas se traían delantal, siempre nos ganaban.
Al fútbol también jugábamos. Yo lo hacía de portero, porque desde el primer día, rompí las alpargatas por delante, ¡por los dedos!
-Pensamiento-

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