martes, 2 de junio de 2015

Andaluces por Barcelona:

Mi vida, infancia y adolescencia  transcurrió felizmente, aunque sin  abundancias, por tierras de Jaén,  colaborando desde muy joven en tareas agrícolas familiares.
Escuela unitaria masculina, hasta mi incorporación al servicio militar. En ese tiempo, tuve oportunidad  de realizar un curso patrocinado por la Compañía Telefónica Nacional de España. Y concluido mi tiempo en la mili, formé parte de plantilla de  la compañía, como empalmador de entrada.
Tiempos difíciles,  aunque con  dedicación y  sin  despreciar ninguna oportunidad  de hacer horas o tareas extras... Salí adelante  con mis gastos y aún tenía para alguna que otra juerjecilla, ir al baile los sábados, y ¡qué  ilusión! un paquete  de Chestesfield, que duraba más de un mes, porque yo nunca fumé, pero era moda llevar un cigarrillo en la mano. El paquete  se quedaba en el bolsillo del traje hasta el siguiente sábado.
Aún así, ganando poco, el billete del metro lo ahorraba en la vuelta del trabajo, era 1.50 pesetas. Pero multiplicado por seis días, bastaba para pagar algún capricho. Siempre guste de no gastarlo todo lo que ganaba y ¡milagro! un año más tarde pude tener  mi seiscientos.
Era casi de mi edad, pero qué bueno era para ir a Lloret de Mar y a Castelldefels... a las playas. Éramos un grupillo de colegas  y sanamente, bueno, se hacia lo que nos dejaban,   lo pasábamos bien.
La vivienda que buena… ¡Solo dormíamos tres colegas en la habitación! Con un armario no muy grande pero que no se llenaba.
¡Qué ilusión  ver por la tarde la televisión en blanco y negro  y los Tacañones... Bonanza…Además  el asiento bien  duro:  el suelo. Sólo había 4 sillas. Las ocupaban  los dueños de la casa, el matrimonio y dos hijos.
En el trabajo buen compañerismo, al haber poco dinero,  2.350 pesetas al mes, no  había odio  ni rencillas ¡qué felicidad! y ¡qué buena armonía! Nos juntábamos para pasear por las Ramblas de madrugada, mezclados con hippies, prostitutas, ningún problema siempre que no se alterara el Orden Público. Eso si,  pelo cortito y nada de barba, había que pasar por buena gente.
En el trabajo, toda clase de diabluras  con tal de ganar  un dinero extra. Como ejemplo, enganchar  una escalera de seis metros al  parachoques del 600 y circular por Nacional II y de escolta otro compañero en una Vespa.  
Otras veces, subir a una escalera tres compañeros y, estando colgados, se rompió y nosotros como monos enganchados  unos a otros  a otros.
Así se salió adelante  novia, casamiento, vivir en un piso compartido con  otro matrimonio,  hasta que, a fuerza de hacer horas extras en una fábrica de  grabación de casetes, desde las siete da la tarde hasta que el cuerpo aguante,  di la entrada del piso,  80.000 pesetas. ¡ Qué capital! Además  nuestro querido y sin embargo odiado Don Paco, nos daba una ayuda de 1.500 pesetas  por matrimonio al  mes  ¡Qué sueldazo!
Esto lo cuento a mis hijas y  me dicen:  ¡Anda no cuentes batallas! Pero es real como la vida misma  y muy feliz  de poder contarlo.
Que rollo ¿verdad?, pero es unas vivencias que me gustan compartir, espero que no se aburran al leerme. Seguro que mis palabras les hacen recordar otros tiempos suyos, pretéritos, pero tan vívidos en la memoria.
-Olmo-

No hay comentarios:

Publicar un comentario