Esta entrada se subtitula: La vida con un pájaro,
un Agaporni.
Es un género de aves originarias de África.
Su nombre genérico les viene del griego, y significa algo así como 'pájaro del
amor'. Es igual como un periquito.
Es un pájaro que
tiene mi hija Gloria. Fue un regalo. Lo trajo su hijo desde Valencia, metido en
un calcetín y en una caja.
¡Era tan pequeño!
¡Hasta sin plumas!, que fue criado con leche de niños, hasta que ya más
esporrinado y mayor empezó con comida
para el. Pero por aquello
ya se quedó con su nombre, Pequeñín.
En este escrito
redacto lo que hace este pájaro, al que consideramos parte de la familia, tanto
que hasta veranea con nosotros.
Está suelto por
casa. Es muy listo. He llegado a esta deducción por las cosas que hace.
Por ejemplo, cuando
ve que van a bañarse, él se agrega también. Le dejan un pequeño chorro de
agua y se baña.
Come de todo. Cuando
tiene hambre se va a comer a su jaula y le justa mucho la manzana.
Si tiene frío se
refugia en el cuello de mi hija, cuando quiere carantoñas; o se mete donde está
el aparato de la televisión.
Es muy alcahuete y curioso. Si ve algo abierto
se mete dentro. De modo que mi hija mira siempre la lavadora antes de ponerla
en marcha, porque se mete dentro de ella.
Cuando se posa en
el escote del vestido de hija y asoma la cabeza, da besos.
Es muy cariñoso y
le gusta el contacto con sus dueños. A mi yerno, cuando está con el ordenador,
se le mete en el hueco de una mano y ¡a dormir! Allí lo tienes, al pobre,
escribiendo con la otra mano libre.
Si mi hija se va
a echar la siesta, se pone encima y está callado,y quietecico.
Cuando llega la
hora de irse a dormir, se pone enfrente de ti, y empieza a piar, como diciendo:
¡que es tarde!
Y así os estaría
contando muchas cosas más, y nunca acabaría...
Pero lo nunca
visto es que, un día se dejaron una ventana abierta. Salió y se fue volando
hasta otra jaula en la que había un pájaro que oyó piar en la urbanización.
Le decían: ¡ven,
Pequeñín! y él sin bajar...
Los vecinos
diciendo: Estás buena si lo consigues coger.
Mi hija, cansada
de llamarle, va y le dice: ¡Pues ahí te quedas!
El pajarico, al ver que se iba, sale volando y se
posa en su hombro. Se ve que pensó ya la he hecho rabiar bastante.
En la actualidad
tiene 6 años. A mi me encanta está mascota. Alegra y entretiene muchísimo.
-Pensamiento-
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