Y ¡a freír! con el aceite en la sartén, bien caliente, y cuando las ponía en la mesa, espolvoreaba con azúcar, y en momento las tenía hechas.
Y nosotros, su familia, las disfrutábamos y nos las comíamos en un abrir y cerrar de ojos.
Me acuerdo mucho de ella, pero hay veces, cuando estoy en casa ordenando cosas, y me salen sus recetas copiadas, aún tengo más vivo el recuerdo. Como hoy.
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