Hasta ahora he escrito sobre vacaciones pasadas, aunque
vívidas en el recuerdo.
Ahora, he vuelto a disfrutar de una semanita con viajes por
la costa mediterránea, acompañado de mi familia. Septiembre es un mes estupendo
para viajar. Todavía es verano. No hace mucho calor y no hay aglomeraciones.
El primer día, el domingo, llegamos a Alcossebre, o Alcocebre
-en castellano-, sobre las 12 de la mañana.
Es una localidad castellonense, en plena Costa del Azahar: Diez
kilómetros de costa, repartidos en cinco playas.
Y muy cerca, la montaña: La Sierra de Irta.
Por el norte linda con Peñíscola, y por el sur, con
Torreblanca.
Y lo primero que hizo mi yerno fue encargar una
paella de marisco, para recogerla sobre las 2.
Ese intervalo de tiempo lo aprovechamos para descargar el
coche de todo nuestro equipaje.
Y a la vez ir a comprar comida al
Supermercado Consum para estos días que pensábamos pasar aquí.
A la hora acordada recogimos nuestra paella de mariscos: estupenda
y muy rica. Y nos fuimos a descansar con nuestra consiguiente siesta
Por la tarde, una vez bajado el sol, nos fuimos a la playa
a bañarnos.
El agua estaba muy buena, con unos 25 grados.
Yo necesité sus ayudas, porque, como mi pierna izquierda no
me responde muy bien... Pues eso,
que me ayudaron a meterme en el mar. Mi hija estuvo
pendiente de mi, porque si me tira una ola, cuando me voy a levantar ¡¡me
vuelve a tirar!!
Tomamos el sol para recoger vitamina D, que falta nos puede
hacer para fortalecer los huesos y nuestro cuerpo nos lo agradecerá este invierno.
La playa estaba llena de personas. Todos hacíamos la misma
faena: disfrutar de una tarde de calma.
Después nos fuimos cenar, y ya, sobre las 10 de la noche,
hacían fuegos artificiales como final de Fiestas.
Fuegos muy bonitos, sobre todo las carcasas que dirigían al
mar, que al explotar en el, formaban como una palmera de varios colores, yo
nunca lo había visto. Me
gustó mucho.
Así culminó nuestro primer día.
-Pensamiento-
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