«Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto»
Hoy, la Iglesia, en el último tramo de la Cuaresma, nos propone este Evangelio para ayudarnos a llegar al Domingo de Ramos bien preparados, con vistas a vivir estos misterios tan centrales en la vida cristiana. El Vía Crucis es para el cristiano un "vía lucís", el morir es un volver a nacer, y, más aun, es necesario morir para vivir de verdad.
"En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos, éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, quisiéramos ver a Jesús.»
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este. Mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.»
Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.»
La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra traeré a todos hacia mí.»
Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir."
El Evangelio de este domingo acaba con una exhortación a caminar a la luz del Hijo exaltado en lo alto de la tierra: «Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32). Tenemos que pedir al buen Dios que en nosotros sólo haya luz y que Él nos ayude a disipar toda sombra.
Ahora es el momento de Dios, ¡no lo dejemos perder! « ¿Dormís?, ¡el tiempo que se os ha concedido pasa!» (San Ambrosio de Milán).
No podemos dejar de ser luz en nuestro mundo. Como la luna recibe su luz del sol, en nosotros han de ver la luz de Dios.
Y para ello hemos de confiar en el Señor. Hemos de encomendar nuestras pesadumbres y zozobras en El que todo lo puede, en Dios, tal y como nos sugiere el paso 33 del Camino:
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