El día 20 de noviembre, Unicef lo dedica, universalmente, al niño. Y por si se nos olvidase, hasta cuando abres el ordenador, Google te lo recuerda con un doodle:
Todo esto ha reavivado mis recuerdos de cómo vivíamos en mi niñez con juegos ya desaparecidos

Debía de tener unos cuatro años, cuando yo, con lo que más me entretenía era con unas latas de sardinas vacías, y rellenas de arena.
Lo venía haciendo tantas veces, que el suelo, como era de tierra, se formaba ya el camino.

No siempre jugaba solo, también lo hacía con otros chicos.

Sobre él, en equilibrio, unas carpetas hechas de cartas de baraja dobladas en cuatro, una por cada jugador.
Tirábamos cada uno una chapa, que hacíamos con trozos de plomo, intentando derribar el canuto con las carpetas encima.
El que más cerca quedaba de las carpetas, ganaba, y por lo tanto, se las quedaba.

Ahora sé que en otros sitios les llaman canicas.

Un juego de grupo era el "Churro va".

Es decir, debíamos acertar si su mano estaba, en el brazo, codo u hombro. Si la respuesta era la correcta, debían ponerse ellos a posar.

Consistía, en un palo largo, con el le das a otro palo más pequeño, que salía disparado por el aire, y tenías que echar mano de tus reflejos para recogerlo al vuelo.
Como las chicas se traían delantal, siempre nos ganaban.
Al fútbol también jugábamos. Yo lo hacía de portero, porque desde el primer día, rompí las alpargatas por delante, ¡por los dedos!

-Pensamiento-
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