Son plantas humildes.
Con hojas que se lanzan desde el centro de la planta hacia los cuatro puntos cardinales.
Pegadas a la tierra.
Pero cuando llega la época de florecer, lanzan sus brotes como líneas rectas hacia el cielo.
Un manojo de apretados botones alargados.
Y de un día para otro abren esos capullos, ofreciendo el blanco purísimo de sus campanillas, donde destacan el exhuberante y luminoso amarillo de los estambres.
No hay nada inigualable a poderlas contemplar atravesadas por la primera luz de la mañana.
Es el privilegio que tengo cada día al entrar en mi huerta.
Un manojo de apretados botones alargados.
Y de un día para otro abren esos capullos, ofreciendo el blanco purísimo de sus campanillas, donde destacan el exhuberante y luminoso amarillo de los estambres.
No hay nada inigualable a poderlas contemplar atravesadas por la primera luz de la mañana.
Es el privilegio que tengo cada día al entrar en mi huerta.
-Olmo-
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