Su reino era muy
extenso.
Solo tenía una
hija, cuyo nombre era Leonor.
Así fue
durante su niñez, pero dicen que el roce
hace el cariño, y cuando fueron ya mayores se enamoraron.
El padre de ella,
ya de avanzada edad, pensó en casarla.
Para ello
solicitó a su escribano que enviara cartas a los demás hijos de los reyes, y
que le enviaran una fotografía, para ver cuál le gustaba a la princesa y
casarla con el elegido.
Empezaron a
llegar fotografías de los príncipes y a su hija no le gustaban.
Su padre se lo
reprochó y ella, con lágrimas en los ojos, le notificó a su padre que estaba
enamorada de Roberto, el hijo de uno de su escolta.
Al escuchar el
rey decirle quién era, le prohibió casarse, porque era pobre, sin títulos
y no estaba a la altura.
El pobre padre,
del disgusto, se cayó tendido en el suelo.
Llamaron a los médicos, y como no le encontraban nada, no sabían qué hacer.
Llamaron a los médicos, y como no le encontraban nada, no sabían qué hacer.
En estas estaban
cuando pensaron que en el monte, en una cueva apartada, vivía un brujo, que
sabía mucho de planta medicinales, pero nadie se atrevía a ir, porque decían
que quién iba, no volvía.
Al enterarse Roberto
de lo que ocurría, se ofreció voluntario. Partió hacia el monte.
Llegó a la cueva
y aunque el brujo lo recibió muy mal, a
causa de las habladurías que decían de él, al contarle el joven, lo que
ocurría, el brujo preparo unos brebajos,
dándole instrucciones de como tenían que dárselo.
Así se hizo.
Al reponerse el
rey y saber a quien le debía la vida, autorizó el matrimonio de su hija con su
salvador.
MORALEJA.-
El amor todo lo puede, pero es un sentimiento más grande el no tener rencor.
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