Así de entrañables eran las antiguas escaleras de Los Arcos. Se prestaban a la cercanía entre las personas, a la convivencia entre los vecinos.
Entre mis recuerdos infantiles vividos en este barrio, destaca uno de ellos que formaba parte de las tardes de primavera y otoñales, cuando iba camino del colegio: el ver sentadas, en el largo banco de piedra que había adosado a lo largo del muro, a un grupo de mujeres haciendo labor y desgranando sus vidas.
¡Qué entrañable estampa! No puedo evitar recordarla cada vez que paso por allí.
En la actualidad, este lugar ha cambiado notablemente.
Unos desproporcionados y fríos muros de cemento ocupan gran parte de este espacio. Evocan separación, distanciamiento. No invitan a la confidencia. El verlos daña la vista y el recuerdo.
Unos desproporcionados y fríos muros de cemento ocupan gran parte de este espacio. Evocan separación, distanciamiento. No invitan a la confidencia. El verlos daña la vista y el recuerdo.
A este despropósito hay que añadir que la integridad del acueducto que hay junto a ellas peligra, pues el último tramo, hace escasas fechas, ha tenido que ser apuntalado porque amenazaba con derrumbarse.
En espera de que se elabore el plan para llevar a cabo su restauración, va deteriorándose poco a poco y ofrece este lamentable aspecto un monumento de tanto valor y tan visitado por todos los amantes de las cosas bellas.
En espera de que se elabore el plan para llevar a cabo su restauración, va deteriorándose poco a poco y ofrece este lamentable aspecto un monumento de tanto valor y tan visitado por todos los amantes de las cosas bellas.
-Adansonia-
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