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jueves, 3 de septiembre de 2015

La bodega:

Siempre ha sido uno de mis afanes: tener una cuarto dedicado a guardar el vino artesano que fabrico cada otoño, después de la vendimia y un lugar de reunión con los familiares y los amigos para disfrutar mis famosos tomates regados con mis caldos bien fresquitos.
La amistad es un sentimiento que ha de cuidarse para sentirnos plenos y realizados en nuestras vidas.
He esperado hasta poder dedicarme por entero a esta labor, eligiendo el verano, porque así trabajé a la sombra, lejos de los rigores de la calor de julio.
Lo primero que hice fue derribar una antigua chimenea... Luego, le dí más luz, agrandando una ventana
Una vez ampliado el espacio, procedí a poner el suelo con restos de mármoles, procedentes de material de desecho. Disfruté pensando como combinar el tamaño y el color de las piezas para que resultase un efecto agradable a la vista.
Más tarde hice un zócalo para que aislase la pared y fuese de fácil limpieza.
Este fue el trabajo más costoso.
Ya sólo me quedaba forrar las paredes de madera, preparar la estanterías que recibirán los recipientes donde dormirá el mosto y las botellas cuando ya lo haya decantado.
   
Sólo me faltaba un detallito, hacer un cartel. 
Lo realicé en madera, dibujando las letras y grabándolas con un instrumento de pirografiado.
Ahora que se aproxima la recolección de este año, estoy muy satisfecho de haber construido esta bodega con mis propias manos y tener preparado para disfrutarla al máximo.
-Olmo-

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